Una obra de Adrian Le Roy

Quiero ilustrar con esta obra la forma como se interpreta la guitarrilla. Se trata de un preludio, contenido en el tercer libro de Adrian Le Roy, según la edición de 1551.
Como se puede ver, la escritura está hecha en tablatura antigua, en la que se utilizaban letras en lugar de números. Hay cuatro líneas, las cuales se leen de abajo hacia arriba: 4a., 3a., 2a. y 1a. cuerdas (órdenes) respectivamente. Quiere decir, entonces, que la línea superior corresponde a la primera cuerda u orden y la última de abajo la cuarta.
Cada letra simboliza el traste o división en el mástil del instrumento: la letra "a" es la cuerda al aire, la "b" el primer traste, "c" el segundo, y así sucesivamente, d (aparece con el palito volteado hacia la izquierda. No es un error, sino para que no tropiece con la línea de arriba ni se confunda con la "b"), e, f, g, h, i, k, l y m (a veces). Normalmente la guitarrilla tiene 10 trastes. La "j" no se emplea por su similitud con la "i".
Varias letras superpuestas indican un acorde.
Luego vienen las indicaciones de duración. Al principio hay un "C" atravesada verticalmente con un palito. Se trata de la indicación de compasillo, a dos tiempos, tal como ocurre con la notación musical actual. Sobre las letras hay algunos símbolos. Se trata de plicas similares a las que tienen las figuras de notas, para la notación estándar de la música. En este caso, las que tienen un solo corchete indican cada uno de los dos tiempos del compasillo. Las de dos corchetes dividen las anteriores, las de tres a las de dos, y así sucesivamente.
Algunas letras tienen unos puntitos. Eso significa que esas notas deben pulsarse con el índice de la mano derecha. Las que no tienen deben tocarse con el pulgar. Si son acordes, pues se usan los otros dedos de la mano derecha, y a veces (depende del humor renacentista) se rasguean.
Lo que más me fascina en esta partitura es la enorme letra P que precede la escritura musical. A mi se me antoja a algo entre tarot con esoterismo; y he procurado darle ese toque misterioso a la interpretación que hago de esta pieza: veo en el hombre que se aproxima al perro al arcano de El Loco, con su vara y sus ropas extrañas. El loco es el abismo, la razón sostenida con la fe, el conocimiento que se sabe cierto pero no hay manera de comprobarlo científicamente; pero, pese a ello, se sabe de su certeza y, quizás, hasta de su veracidad. En el cuarto sistema, tercer compas, me lanzo a ese abismo, luego de haber hecho una exposición algo ostentosa y sobria. Me lanzo al abismo de escalas que suben y bajan, con los ojos cerrados, sintiendo la brisa fresca en mi rostro, porque sé que en algún punto (último sistema en todos sus compases) llego a otra cima verde que me espera.

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