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Primero vino "Barlovento" y luego conocer el lugar

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Ana María Hernández G. No hay 24 de junio en Venezuela en el que no resuenen los tambores afrodescendientes, y en algún momento del festejo sanjuanero se escuchen los versos: "Barlovento, Barlovento, tierra ardiente y del tambor. Tierra de las fulías y negras finas, que llevan de fiesta, sus cinturas prietas...". En algún momento de una tarde calurosa, entre la tiza y el piano, el músico comentó que cuando escribió esa canción todavía no conocía la zona. Aunque, por supuesto, después la visitó. Haber estudiado música con un maestro como Eduardo Serrano fue todo un privilegio, porque él representaba -en los años ochenta- el sueño secreto de todo músico venezolano: poder hablar libremente el idioma musical de los géneros populares y el de los académicos, sin vergüenza. Corría 1982. En el mundo musical venezolano aún pesaba mucho la figura señera de Vicente Emilio Sojo, fallecido ocho años antes, que todavía censuraba con energía todo intento por conciliar