Claude Bolling y la guitarra


Hace muchos años, creo que a principios de los ochenta, descubrimos a Claude Bolling, un autor francés, compositor y pianista de jazz. En aquellos lejanos días, Sabana Grande y Chacaíto albergaban toda suerte de tiendas, entre la polvareda que suponía la construcción de la línea 1 del Metro de Caracas. Entre esas tiendas no podemos dejar de nombrar Musical Magnus, una maravillosa librería y tienda de música en la que se podía encontrar prácticamente de todo. Con Magnus cohabitaron (allí y en otras partes de la ciudad) otras tiendas emblemáticas, como Piña Musical (todavía sobreviviente), Casa Yobers, Musikalia, Mülhbauer... hasta que el régimen cambiario y la desaparición del dólar a 4,30 hicieron que los dueños de esos establecimientos "huyeran" del país (otros quedaron, otros abrieron, como Allegro). Pero esto es tema de otro post en el que se podría destacar que mientras en los 80 florecía el movimiento musical venezolano, en todas sus dimensiones y géneros, las tiendas y librerías musicales iban en franca desaparición.
Pero volvamos a Bolling. Su música resulta interesante porque combina los elementos del jazz con ciertos ingredientes del barroco de Bach, particularmente. La ilustración alude al Concierto para Guitarra y Jazz Piano, una obra en siete movimientos que evoca, sin duda alguna, al Concierto de Aranjuez de Joaquín Rodrigo. Alexander Lagoya, guitarrista egipcio de padre griego y madre italiana, fallecido hace ya más de una década, fue el primer intérprete de esta obra.
El concierto transmite unas cadencias interesantes, y mezcla compases diversos, como el 10/8, o compases a 7 tiempos, o introduce cambios drásticos en la rítmica, lo cual le da colores y texturas a la música de una complejidad variada. Lamentablemente, a pesar de que el score se consigue con relativa facilidad (¡hoy Amazon o Sheetmusicplus le acercan a uno cualquier cosa!) no es una obra que se toque con frecuencia. De hecho, en Venezuela se ha tocado no más de cinco veces a lo largo de los treinta y tantos años que tiene de compuesta esta suite, y con el auge que el jazz ha tenido en el país.
En cuanto a la parte de la guitarra, Bolling permite que el intérprete se luzca con brillantez y siempre dentro de los parámetros de la interpretación "clásica" o técnica, mientras que el pianistas forzosamente tiene que ser un buen intérprete del jazz, porque de hecho, en la partitura del piano se marcan extensos momentos para la improvisación.
Sin duda una obra que merece la pena escucharse y ejecutarse, y que por algún motivo, cada vez que esta cronista la escucha, evoca aquellos momentos de polvareda entre Sabana Grande y Chacaíto. Sí, ciertamente en esos años no existían el MP3 o el iPod, pero sí había el reproductor a cassette de alta fidelidad, y por ahí anduvimos entre los escombros con los audífonos pegados aprendiendo de memoria una música que cabalga entre los esquemas "clásicos" y el jazz.

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