La guitarrista del doctor Lau
Uno de los trabajos extras más lindos que me ha tocado realizar en los últimos tiempos es acompañar al doctor Lau.
Don Pablo y doña Cristina son dos señores maravillosos, una linda pareja, que a sus ochenta y tantos, aun siguen enamorados.
A don Pablo Lau siempre le gustó cantar, y ahora de viejito, es una de las cosas que más disfruta, y pues, me ha tocado a mi el honor de ser su guitarrista acompañante.
Como estar por Caracas con un instrumento al lomo puede ser considerado un acto subversivo, utilizo la guitarra que está en la casa de don Pablo. Se trata de una venerable Tatay, quién sabe de cuándo.
Imagínense que la madre de don Pablo, Nieves, la usaba para acompañarse en sus canciones. Y allí está, la ajada Tatay dispuesta en la pared de la casa, mirando desde la distancia todo lo que pasa en ese recinto.
Y vaya que el tiempo ha hecho su trabajo, pues sus maderas suenan robustas, sabias, y si me pongo en plan de catadora de vino, con olores frutales y notas de cedro. Es muy interesante porque el sonido de este tipo de guitarras tiene un encanto particular, dulce y hasta de ensueño; no como la fortaleza sonora de las guitarras de concierto, cuyos sonidos todos son limpios y nítidos. En esta Tatay hay carraspeos y ronqueras que, a mi modo de ver, le dan un toque especial.
De modo que, dos tardes a la semana, me dispongo a ir donde don Pablo, y repasamos su cancionero, al que, por supuesto, hemos agregado otras piezas: boleros como "Tú me acostumbraste", "Angustias", "Frenesí"; la "Serenata" de M.E. Pérez Díaz (una de mis favoritas), las canciones de Agustín Lara, como "Granada" o "Noche de Ronda", o canciones como "Alfonsina y el mar", "Desesperanza", "Cuando calienta el sol", "Lágrimas negras" y hasta tangos como "Por una cabeza", "El día que me quieras" o "Nostalgia" se lucen en la voz de este caballero, quien entrega, en cada canción toda su alma.
Muchas veces, nos acompaña la señora Cristina, y es entonces cuando Pablo se luce más y le dedica con todo su corazón y vehemencia las letras románticas, al final de lo cual la dama aplaude con entusiasmo juvenil.
Estos son momentos gratísimos de la vida. Son regalos: para el doctor Lau, porque se siente acompañado en su canto. Para la señora Cristina, porque se contenta mucho al ver feliz a su marido, y a mi porque siempre es un privilegio hacer música, y más bajo estas bellas condiciones.
(Fotos cortesía Oswer Díaz Mireles)
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