El danzón es de Arturo Márquez
(Foto Gustavo Bandres)
Por Ana María Hernández Guerra
El compositor mexicano Arturo Márquez estuvo a principios de febrero en el país, dictando un taller de composición para los jóvenes alumnos de la cátedra de Blas Emilio Atehortúa, como parte de las actividades con las que el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela celebra sus 40 años de fundación.
La actividad en la sala anfiteátrica del cuarto piso del Centro Nacional de Acción Social para la Música es febril. Los músicos están atentos a las observaciones de Márquez. Se analizan las obras de los participantes, y todos hacen comentarios, críticas, puntualizaciones. Así las obras nacen y se enriquecen. Así, en algún momento esas piezas formarán parte del repertorio sinfónico.
Al culminar la actividad, Márquez accede a conversar, mientras dos guitarristas le hacen comentarios, y en algún momento, también se acerca el maestro Pedro Andrés Pérez, para intercambiar impresiones sobre las orquestas de guitarra y la posibilidad de incluir los danzones de Márquez a esa formación instrumental.
Finalmente la sala queda sola, y Márquez se dispone a responder, a pesar de que también la fatiga se siente.
Por Ana María Hernández Guerra
El compositor mexicano Arturo Márquez estuvo a principios de febrero en el país, dictando un taller de composición para los jóvenes alumnos de la cátedra de Blas Emilio Atehortúa, como parte de las actividades con las que el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela celebra sus 40 años de fundación.
La actividad en la sala anfiteátrica del cuarto piso del Centro Nacional de Acción Social para la Música es febril. Los músicos están atentos a las observaciones de Márquez. Se analizan las obras de los participantes, y todos hacen comentarios, críticas, puntualizaciones. Así las obras nacen y se enriquecen. Así, en algún momento esas piezas formarán parte del repertorio sinfónico.
Al culminar la actividad, Márquez accede a conversar, mientras dos guitarristas le hacen comentarios, y en algún momento, también se acerca el maestro Pedro Andrés Pérez, para intercambiar impresiones sobre las orquestas de guitarra y la posibilidad de incluir los danzones de Márquez a esa formación instrumental.
Finalmente la sala queda sola, y Márquez se dispone a responder, a pesar de que también la fatiga se siente.
-Ud. ha venido varias veces a Venezuela, ¿cómo observa el
desarrollo de los compositores aquí?
-Debo decir con mucho agrado que el gran maestro, Blas
Emilio Atehortúa –quien conduce la Cátedra Latinoamericana de Composición en el
Sistema-, está formando de una manera maravillosa a los jóvenes, tiene todo un
equipo en su cátedra; son bastantes participantes; y yo siento que es como algo
que le estaba faltando al Sistema, el estudio de la composición, dedicarle un
espacio especial para la creatividad. Los compositores en Latinoamérica tienen
actualmente un papel muy importante, hacer nuestra música y expresarnos a
través de nuestros sonidos, y Venezuela tiene una capacidad enorme para la
interpretación; por medio del Sistema, de otras orquestas, otros solistas. Justamente
en estos días estoy aprendiendo, se me está abriendo la ventana, los oídos, lo
que están haciendo los jóvenes actualmente, y lo estoy haciendo con mucho
cariño. Venezuela es un país muy cercano a mi y a mi música.
-¿Los danzones son a Arturo Márquez lo que las Bachianas
Brasileiras a Villa-Lobos?
-Ojalá. Es una forma que decidí explorar justamente por la
riqueza que tiene en la parte melódica y rítmica, sobre todo de actitud, qué
tanto puedo hacer de una manera personal. Cada danzón siento que tiene su
propia voz, está diciendo cosas distintas, y eso bueno. Es lo que decidí hacer
en más de diez años, de 1992 hasta 2004 prácticamente. Cada uno de ellos está
hablando de un momento especial en las vivencias, en mi vida, qué es lo que
estaba pasando en México y conmigo en ese momento.
-¿A qué obedece que el danzón tenga ese sentido trágico?
-Normalmente, en la tradición, el danzón es una danza, un
baile. Pero cuando lo transportamos a la música de concierto, se puede transformar
en tantas cosas, y efectivamente en tragedia, en amor o en esperanza. Y no digo
que no lo tenga la forma popular, pero siento que en la música de concierto
como que podemos explorar más ese tipo de valores, de sentimientos.
El “Danzón No.1” tiene que ver con un encuentro. Ni sabía yo
que era un danzón, no creo que sea un danzón en sentido tradicional, pero sí de
actitud. Un homenaje a la tradición popular. El “No. 2” con un sentimiento muy fuerte
hacia dos cosas: hacia el salón, la tradición en el salón de baile, y a la
lucha que había en ese momento, en enero del 94, por el alzamiento zapatista. Esa
esperanza, esa lucha. El “Danzón No. 3”
es lo contrario, es la desesperanza, no ver los caminos claros. Un poco la
tragedia, el coraje.
El “Danzón No. 4” ,
la exploración formal. Está hecho sobre un cuento que hizo mi hija. Cada
individuo encuentra su camino por medio de una melodía. El “No. 5” son los portales de Veracruz,
mi tierra, es una especie de juego contrapuntístico. El “No. 6” es muy triste, tiene que ver
con la tristeza, es para saxo soprano y cuerdas. El “No. 7” vuelve a la cuestión
nostálgica, explora la forma del danzón tradicional, busca otros caminos. El
octavo, el último, tiene que ver con un homenaje que le hago al “Bolero” de Ravel,
se llama “Homenaje a Maurice”, y está dedicado al maestro Abreu. Ese lo
acabamos de hacer hace poco.
-¿Hay algún artista mexicano al que le dedicaría un danzón?
-Bueno, el 2 está dedicado a mi hija. El 1 a dos personas muy queridas:
Andrés Fonseca, un colombiano, gran conocedor y bailador de danzón y su mujer,
Irene Martínez, ellos me introdujeron al danzón. El 3 a los intérpretes que lo
estrenaron. El 4 a
mi hermana…
En fin, hay una cosa con los danzones: cuando se están
bailando, se acostrumbraba mucho decir “Danzón dedicado a”, y de alguna manera
he seguido esa manera.
-Sobre los hechos de los estudiantes desaparecidos en México,
¿tiene Ud. alguna visión musical?
-De mi parte y de muchos. Sí, hay una obra que estrené,
bastante reciente, en diciembre, que es para barítono y grupo instrumental. Los
poemas de Efraín Huerta, poeta mexicano, “¡Mi país, oh mi país!”, donde trata
todas estas injusticias, hasta crímenes de Estados. En el 57 vivían los ferrocarrileros
campesinos, y hago ese poema justamente como en son de protesta por estos
acontecimientos. Parece que ese poema se ubica en cualquier época donde se
comenten estos crímenes, estas injusticias. Es la barbarie en pleno y es muy
triste que lo tenga que decir, como mexicano, muy lastimado por estos 43 estudiantes
desaparecidos, y los miles que han desaparecido en los últimos años, y no nos
dan solución.
-¿Se considera un compositor comprometido con alguna causa
social?
-Creo que con todas las causas que tengan que ver contra la
injusticia. Por supuesto que sí, son cerca de 30 años haciéndolo. La primera
obra que recuerdo, siguiendo este camino, es una obra para dos pianos y
sintetizador, “Mutismo”, una manera de poner la mano sobre la boca. Son muchas
obras, el “Danzón No. 2” ,
el 3, una cantata que se llama “Sueños”, y cada movimiento tiene que ver con
personaje como Martin Luther King, los aforismos de Ghandi o el documento del
indio Seattle, o la “Leyenda de Emiliano Zapata”, “Las marchas de duelo y de
ira”; en el 68 mataron a miles de estudiantes, y hay muchas obras que tienen
que ver con el dolor y la injusticia social.
-El gran público está distante del llamado mundo académico,
hay un abismo, precisamente por el consumo de la música más comercial o más
difundida, más mediática. ¿Cómo hacer llegar su mensaje, de qué recursos se
vale?
-Ojalá que la música pudiera realmente transformar. La
música, el arte en sí siempre ha estado acompañando a toda causa justa. Frecuentemente
no es tan fácil llegar al gran público para que se entienda le mensaje, pero siempre
vamos a estar allí. Cada vez que escucho el Danzón No. 2 recuerdo la época en
la que estaban luchando los zapatistas, en enero del 94, y ese grado por
ejemplo de aceptación que tiene el público con esa obra es justamente porque yo
lo estuve viviendo y lo estoy expresando. Lo que está diciendo el Danzón No. 2
es que tenemos esperanza. No solamente es el ritmo, la sensualidad, que también
están. Es en sí la obra como un conjunto. Es una obra que da esperanza, y lo
puedo decir como autor, porque es lo que estaba buscando y siento que se logró
eso que quería.
-¿Qué tal el coctel arte/política?
-Ahorita tenemos un grave conflicto con los políticos. Creo
que estamos en una constante búsqueda de líderes que sean realmente los que nos
sepan llevar, representar que no solamente sean los que actualmente conocemos.
Cuando decimos “ese es un político”, le ponemos una muralla; cuando la política
debería ser uno de los grandes valores que tenemos como sociedad. Entonces
estamos en esa búsqueda. Me duele decir que en general no lo hemos encontrado.
Imagínese que los líderes fueran como José Antonio Abreu lo que lograríamos. No
digo que todos los líderes sean políticos, pero cuando los políticos piensen
que son parte de esta sociedad y bienestar, las cosas van a empezar a cambiar.
-Su catálogo musical es extenso, sin embargo solo el Danzón
No. 2 es lo más popular. ¿Qué opina de ello? ¿Cuál otra composición suya le
gustaría que fuese tan popular?
-En principio, realmente no sé por qué, ni siquiera busqué
que el No. 2 fuera popular, o tuviese esa popularidad. Hay muchas cosas que
cada obra está diciendo, hay muchas con gran mensaje como el de la Leyenda de
Emiliano o Los Sueños. Hay una obra que se está tocando, “Alas (a Malala)”,
esta niña maravillosa Nobel de la Paz, mucho antes de eso le hice esta obra, que
es para niños, para jóvenes. Es para coro y orquesta y tiene que ver con el
derecho a la educación; y está siendo una especie de himno en Fomento Musical
de las Orquestas, que es allá en México como el Sistema. Esa es una obra que la
están abrazando niños y jóvenes.
-¿Hay posibilidad de que se escuche acá en Venezuela?
-Está propuesta para julio de este año, y “Alas”, también “Tengo
un sueño, de Martin Luther”, los “Aforismos de Ghandi”, el “Lamento del indio Sealtle”,
lo de Zapata me encantaría, las “Marchas de oro y de ira”, todo un concierto
que tiene que ver justamente con esta lucha por tener una justicia verdadera. Todas
son obras sinfónico corales, menos la “Leyenda de Emiliano” y “Marchas de oro y
de ira”, que son con orquesta nada más.
-¿Han sido coreografiados sus danzones?
-Han sido coreografiados de tantas maneras de muchas
maneras, por el Ballet de Rusia, los solista del Bolshoi, cantidad de ballets
contemporáneos con danzoneros tradicionales, han sido muy bailados.
(Vea aquí a Arturo Márquez dirigiendo la Filarmónica de
Jalisco en el Congreso del Danzón, celebrado en Guadalajara, 2011 https://www.youtube.com/watch?v=wuy1iS1qhA8)
- A veces la popularidad de una obra sinfónica se debe a que
los mismos músicos ya la saben y les cuesta montar obras nuevas, con estética
más compleja. ¿Cómo trabajar para incrementar el repertorio de las orquestas?
-Ese es un trabajo de los intérpretes, de los directores
directamente. Los directores tienen que volverse muy cómplices de los
compositores, y es así como la composición va a crecer. Ahora que hay tantos
valores dentro de la interpretación musical. Aquí en Venezuela, que es un lugar
donde pudieran crecer en ese rubro. Es cierto, luego de hacer una obra nueva
que no tenga el lenguaje al cual están acostumbrados es difícil, pero el
compositor en sí pues no puede traicionarse a sí mismo. Estoy totalmente convencido
de que los compositores latinoamericanos deben tener un sello, una huella
digital que tiene que ver totalmente con nuestra tierra. Pero esa es mi
posición, y la posición de cada compositor, de cada artista es particular y es lo
que ha hecho que el arte avance. Lo que sí es que estoy seguro de que el arte
en la música ha cambiado muchísimo en los últimos 30 años. Antes hablar de que
una obra de concierto tuviera algún vestigio folclórico, tradicional era mal
visto, ahora es distinto.
-Sin caer en el nacionalismo.
-Eso ya pasó, yo siento que es más una cuestión natural, que
no un naturalismo. Es natural, cómo nos sentimos nosotros. Esta tierra me es
natural, Piazzolla no es nacionalista, es argentino y podemos escuchar el tango
argentino totalmente y no se habla de nacionalismo allí.
-¿Se siente usted libre como creador? ¿Compone lo que quiere
o está sujeto a encargos, a directrices? ¿Qué opina de la imposición de ideas,
directrices, puntos de vista?
-Tengo muchos encargos, pero afortunadamente yo pongo las
reglas de lo que quiero hacer, en ese sentido soy totalmente libre. Si se me
encarga una obra sobre un aspecto en especial lo tengo que hacer a mi manera.
-Como el caso del Danzón No. 3, que se le pidieron con
guitarra y flauta.
-Sí, si son los guitarristas o flautistas que me lo están
encargando… pero lo estético, ideologista de lo que sea, eso es mío.
-En ese caso ¿se sintió como Mozart cuando le encargaron el
concierto para flauta y arpa?
-Un tanto, sí. En realidad, con la primera versión para
flauta y guitarra nunca he estado conforme, la he modificado un poco y ha
quedado mejor. Le hice una versión para que le quiten la flauta, para un ensamble,
para hacer una transcripción y no había flauta, y quedó bastante bien.
-¿Cómo atraer al gran público a las salas, vista la
competencia de YouTube, las descargas de música por Internet, la difusión de la
discografía?
-En primer lugar ponerlas en repertorio es el primer gran
paso. Las nuevas obras tienen que estar en el repertorio de las programaciones
de las orquestas, de los solistas, de los grupos de cámara. Yo creo que uno de
los grandes sueños que hemos tenido los compositores es que en cada concierto
se incluya una obra de un compositor del país, o del continente, o una obra
nueva, que no todo sea puro Schubert, o puro Beethoven, Debussy sino que camine en ese sentido, se han
logrado muchas cosas, pero todavía falta muchísimo.
-¿El compositor en los siglos XX- XXI se encuentra
disminuido ante la mediatización de la música? El repertorio centroeuropeo todavía
domina, ¿qué hacer frente a eso?
-Convencer a los intérpretes, y eso lo va a hacer la música,
los compositores. Tenemos verdaderamente que estar muy preparados. Tenemos el
derecho más bien de expresarnos como queremos, pero tenemos que ser francos. Tenemos
que prepararnos, porque si la gran música está en el repertorio es por algo. Es
una gran música, no solamente está expresando de manera elocuente sino que está
muy bien hecha. Como principio el compositor debe tener una formación, una preparación
muy buena.
-¿El Arturo Márquez del futuro hará tex-mex sinfónico,
reguetón sinfónico, narcocorridos sinfónicos?
-Pues eso es difícil de contestar, porque yo creo que de
alguna manera ha habido tantos compositores que han dedicado a ciertas danzas o
géneros, como por ejemplo las rapsodias húngaras, es una especie de danza. Los
huapangos, tantos que andan por ahí, valses. Finalmente el valse es una forma
muy popular, lo que sí creo es que sí: hoy hay o habrá compositores jóvenes que
retomen géneros populares que hay hoy en día, y ya lo están haciendo.
-Y es que en la actualidad no hay diferencia entre lo popular
y lo académico, hay como más libertad.
-Eso ayuda, y eso pasa sobre todo aquí en Venezuela, en
Latinoamérica bastante, lo que pasa es que nuestra música folclórica es muy
rica. Tocar un joropo, un merengue, un son huasteco, cuando los toma un músico
que tiene la técnica y el amor por esta música, las cosas vuelan, se transforman,
se funden y están pasando tantas novedades con la fusión entre la música folclórica
tradicional, popular con los músicos formados. Nos hacía falta.
(Vea aquí el cortometraje realizado sobre el Danzón No. 2
por la Universidad Iberoameriana, Ciudad de México. https://www.youtube.com/watch?v=zTO_tllxCYw)
(Nota: esta entrevista fue publicada en versión más reducida, en el diario El Universal, Caracas, el domingo 22 de febrero de 2015)
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